El Padre Daniel Paz es en la actualidad el párroco de la Inmaculada Concepción, nació en Trelew (Chubut), el 6 de junio de 1962. Es el más chico de 13 hermanos. Realizó sus estudios primarios en una escuela estatal y el secundario en el Colegio Don Bosco de Bahía Blanca. Se formó en el Seminario Mayor “San José”, de La Plata, allí cursó el profesorado de psicología, filosofía y teología.
Apenas ordenado, por necesidad de sacerdotes, fue nombrado párroco de la iglesia Santa Teresita de Brandsen. “Una comunidad hermosa y una de las más humildes de la diócesis”, recordará . Posteriormente se desempeñó como párroco de las ciudades de Dolores; Ranchos y General Belgrano. Trabajó pastoralmente como animador de jóvenes en retiros, campamentos y convivencias. Colaboró, junto a otros sacerdotes, en la formación de un movimiento diocesano para adolescentes llamado Kerygma.
"Estoy seguro de que fue Dios quien quiso que fuera sacerdote"
por EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA
emiliorodriguezascurra@gmail.com
El P. Daniel es actualmente párroco de la Parroquia Inmaculada Concepción, de la ciudad de General Belgrano (Bs As), perteneciente a la Diócesis de Chascomús, allí convive junto a su comunidad, que lo acompaña en el desarrollo de una intensa actividad pastoral.
De sus prédicas, me ha sorprendido siempre una frase que considero que marca su ministerio sacerdotal “no pidamos ser buenos sacerdotes, pidamos y trabajemos para ser santos sacerdotes”, la cual repite en esta entrevista y agrega con absoluta convicción: “estoy seguro de que fue Dios quien quiso que fuera sacerdote”.
¿Cómo surgió su vocación? ¿Para qué quiso y quiere ser sacerdote?
La vocación surgió a partir de un trabajo con otros jóvenes que hacíamos en una capilla, acompañados por una religiosa y un sacerdote. En un retiro, en semana santa, se planteó el tema de la vocación, y ahí comencé a preguntarme si el Señor no me estaría llamando. Se lo comenté a la monja, y ella, con mucho sentido común, me dijo que lo conversara con el sacerdote, cosa que hice, y, así, fui aclarando este llamado. El porqué quise, no sé si dependió
de mí. Estoy convencido de que fue Dios quien lo quiso.
¿Qué sintió el día en que fue ordenado sacerdote?
¡Ése fue el día más maravilloso y feliz de mi vida! Viví la ceremonia con mucha piedad y concentración; me emocioné un montón en el momento de la imposición de manos, por parte del Obispo y de los sacerdotes (sobre todo, cuando mi hermano Enrique, sacerdote, me impuso sus manos). Bárbaro, la verdad, inolvidable.
¿Qué soñó, o sueña, alcanzar o hacer desde su ministerio por la Iglesia?
Más que soñar, trato de trabajar ser un buen cura. Que rece, que trabaje y estar al lado del que me necesita. No "tranzar" nunca con cosas o actitudes ajenas a lo que Dios y la Iglesia quieren. Algunas veces, cuesta, pero el Señor hace todo...
¿Cuáles son los desafíos cotidianos de estar al frente de una comunidad parroquial?
El desafío es contener a la gente y mostrarles a un Dios paternal, compasivo, alegre, ayudarlos a que lo descubran. Que traten de hacer carne las cosas de Dios en las actitudes y palabras de todos los días, es decir que no dejen al Señor en el banco al terminar la misa y lo agarren a la semana siguiente. Es un desafío grande, porque, a la gente, le cuesta el compromiso y tiene miedo de dejar mañas y actitudes que se han hecho carne en su vida. Pero siempre hay hermanos dispuestos a cambiar, y los curas estamos para acompañar.
Monseñor Carlos Malfa, Padre Daniel Paz |
Creo que la gente espera que un sacerdote sea un sacerdote. Coherente con lo que cree, con lo que es y con lo que predica. Creo que no pide cosas imposibles. Que sea atento, cálido, padre. Que sea alguien "distinto" de los demás por lo que representa.
¿Qué opina de la sociedad? ¿A qué cree que se debe el hecho de que la gente no se acerque masivamente a los templos?
Obvio que no hay una sola razón, son varias. Humildemente, una de las razones es que, en las familias, no se trasmite mínimamente el amor a Dios y a sus cosas. A los padres les da vergüenza hablar de Dios o no les interesa. Envían a sus hijos a catequesis, pero desconocen lo que aprenden y, en oportunidades, no los acompañan. Antes siempre había una abuela, madre o algún familiar que ayudaba en esto, hoy no se ven tantos.
También una de la razones puede ser la mala imagen que se crea de la Iglesia y sus ministros cuando aparece algún caso jorobado de corrupción, pedofilia, etcétera... y meten a todos los curas en la misma bolsa. Eso provoca mucho daño; la gente desconfía y se desanima. Y otra, para mí importantísima, es el mal testimonio que damos cotidianamente siendo corruptos, chusmas, infieles, explotadores, etc...
¿Qué es para usted ser sacerdote en el siglo XXI?
El sacerdote del siglo XXI debe ser igual que el del siglo VI: ¡SANTO! Sólo eso y nada más que eso. Si trabajamos por esto, vamos a ser los sacerdotes que Dios quiere y que la Iglesia necesita en la época que estamos viviendo. Son muy importantes la oración, la misa de cada día, la confesión, la dirección espiritual... que nos llevan, como decía Pablo VI, a ver los signos de los tiempos, plantarnos en la realidad y dar respuestas, envueltas en trascendentalidad, a las distintas necesidades de los hermanos.
¿Qué experiencias recuerda de su ministerio? ¿Qué es lo que más le gusta de su tarea parroquial?
La experiencia que más recuerdo de mi ministerio es la paciencia y el amor de la gente hacía mí. Realmente es así. Siento que la gente ha sido muy paciente conmigo y ha sabido disimular mis errores o limitaciones.